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Diablos de Luzón

El día se levanta gris y con un viento que azota hasta los huesos. Es 1 de marzo, sábado de Carnaval, y mientras en Madrid se preparan para un desfile pasado por agua, en Luzón, pueblo de la provincia de Guadalajara, los Diablos están esperando su momento.



Acompañados por el aguanieve llegamos a Luzón al mediodía. Paramos en la plaza principal, donde las notas de las dulzainas ya acompañan la escasa, y algo molesta, lluvia que nos acompañará durante toda la jornada. El calor se respira en el interior del bar del pueblo, donde ya se comparte la expectación por este esperado día.


Antes de comer visitamos el museo del pueblo, donde nos empapamos de su historia y tradición, marcada por la guerra civil, la posguerra, el franquismo y la transición. Allí conocemos una recreación de su antigua escuela y, cómo no, recibimos las primeras pinceladas sobre su espectacular tradición de carnaval: los Diablos y Mascaritas.



Después de una revitalizante comida en la plaza nos dirigimos a la Ermita de San Roque, donde sabemos que tiene lugar la transformación. Esperamos a los Diablos aunque, traviesos, retrasan su aparición, de modo que el viento helado es, durante casi una hora, nuestro más fiel y traicionero compañero. El repicar de los cencerros nos anuncia la llegada de la comitiva de Diablos, aún a medio transformar, que se convierte en una realidad mientras se acercan a la ermita. El momento ha llegado.



Con una mezcla de hollín y aceite, negra como el azabache, se tiñen cara, cuello y brazos. Unos a otros se colocan las cornamentas, que van atadas con cuerdas a los hombros. Los cencerros, cuatro, van colgados de la cintura. Por último, un trozo de patata cruda hace las veces de terroríficos dientes. La transformación no entiende de géneros ni de edades, cualquiera puede convertirse en Diablo, mientras tenga alguna conexión con Luzón, claro está. Una vez transformados en Diablos, saltan haciendo sonar sus cencerros y comienza la fiesta.


Los Diablos de Luzón

Escucha a los Diablos

Los Diablos recorren todo el pueblo, donde se les unen otras figuras inquietantes, las Mascaritas, de las que no hablaré mucho, pues su atractivo se fundamenta en el misterio. Recorren todo el pueblo al compás de sus cencerros, tiznando de negro a cualquiera que se les acerque más de lo debido.


Los Diablos y Mascaritas

Cuando cae la luz, los Diablos danzan alrededor de la hoguera, dejando una imagen sin igual para nuestra memoria antes de retirarse hasta el año próximo.


Los Diablos danzan en torno a la hoguera

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